En este pequeño libro la autora nigeriana pone palabras al dolor
causado por la repentina muerte de su padre en Nigeria durante la crisis
sanitaria por la pandemia de COVID-19, la cual impidió que la autora pudiese
salir de Estados Unidos para reunirse con su familia. Se enmarca en la más
rabiosa y dolorosa actualidad: la autora escribe desde la certeza de ser sólo
una más de entre los millones de personas en duelo, sobre las dimensiones
culturales y familiares del mismo y, también, sobre la soledad y la ira
inherentes a él.
Este ensayo es un intento por encontrar consuelo ante la
sensación de vacío que la sacudió hasta la médula. Es una breve pero conmovedora
crónica autobiográfica de las primeras etapas de la gestión de la pérdida y una
profunda reflexión sobre la lengua y las tradiciones igbo.
Capítulo a capítulo podemos ver la lucha interna de la
autora por seguir viviendo sin poder asimilar que su querido padre ya no
volverá, recordando anécdotas sobre él y su vida y cómo su pasión y amor fueron
formando a Chimamanda desde su juventud hasta la mujer que es hoy.